Acabas de subir al imaginario de tiovivo. A lomos de un brioso corcel, indómito como las ideas, cabalgas raudo y veloz acariciando las estrellas. Eclipsado por decenas de luciérnagas intermitentes, cautivado por la música, una explosión de adrenalina inunda cada partícula de tu cuerpo. Adelante, sujétate al mástil de tu caballo azabache, agárrate a sus crines infinitas, viajas hacia la libertad del universo de las marcas.