Cada vez más educador@s buscan conocer este innovador abordaje que cambió para siempre la educación en el mundo desarrollado. Su magnetismo radica en que alcanza mejores resultados en los indicadores tradicionales de educación con menos esfuerzo, pero además incrementa los grados de felicidad y bienestar de las personas que participan del proceso. Este giro fundamental nos permite visualizar la Nueva Educación como una verdadera “mutación civilizatoria” para la humanidad. La nueva educación lo cambia todo en educación. Sin embargo, cuando miramos panorámicamente los cambios (que hoy más que nunca saltan en todas direcciones), hay un giro esencial, un cambio fundamental, una mutación que da origen a todos los demás cambios, esto es lo que hemos llamado el "giro relacional". Nos referimos a un cambio estructurante del sistema, un cambio político y ético. Es un giro que regresa el poder al que estudia y desaparece quién enseña para transformarse en quién acompaña y facilita el proceso de aprendizaje. Pero ¿en qué consiste este giro más allá de lo que genera? De alguna manera los diversos proyectos de nueva educación que surgen en Europa, en Estados Unidos, en América Latina y en diversas partes del mundo llegan a la misma conclusión: las personas aprenden más cuando desarrollan un propósito, cuándo algo les interesa, cuando algo les es propio, cuando la búsqueda activa y protagónica de respuestas les moviliza a descubrir y crear nuevos mundos en conjunto. Esto nos lleva al reconocimiento del otro como legítimo, a la valoración de la niña y el niño como persona autovalente, abandonando la comprensión de ellos como "menores" o como "a-lumnos" (sin luz). Surge así una pedagogía del vínculo, la comprensión subyacente que "ver, valorar y celebrar al otro educa". La nueva educación comprende que educar es el arte de dejar surgir el poder personal de cada cual de hacer emerger la mejor versión de sí mismo/a en cada persona.